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  No fue por el hecho de ser nombradas, lo qué hizo acaparar toda su atención, sino aquella mágica y secreta palabra, 'pesemo'; ya qué era un enigmático y confidencial entretenimiento, qué solo ellas dos creían conocer. Al momento, quisieron quitar la curiosidad que les causó aquel espasmo, y se acercaron al pequeño.

-¿Pesemo...? ¿Cómo conoces tu esa palabra?-. Le preguntó la mayor de las princesas.
-El otro día, mi hermanita pequeña me dijo que era muy divertido, y que solo vosotras lo conocéis-. Dijo, como pudo el pequeño, absorto.
-¿Y tu hermanita donde está?-. Añadió Cristina.
-De camino, en la barriguita de mi mamá-. Finalmente contestó el pequeño. Seguidamente, salió a galope, y desapareció entre la frondosidad.
  Aquello, emocionó mucho a las princesitas. Fue algo tan mágico y especial para ellas, que quisieron conocer con gran afán a aquel niño. Las pequeñas, como todas las princesas, poseían muchos privilegios, pero aun así, no tenían todo cuando querían, ni podían hacer todo cuanto se le antojase, ni de cualquier guisa. Tampoco podían por sus propios medios, dar de nuevo con el pequeño, por lo que recurrieron una vez más a Chico, un plebeyo, al que guardaban un gran aprecio y en el que confiaban plenamente.
  Chico, tardó meses en dar con él. Fue un 4 de septiembre de 1994, de casualidad. El plebeyo se encontraba en el mercado de la aldea, haciendo algunos recados de los nobles de palacio, cuando escuchó a un pequeño niño qué paseaba junto su padre, decir: -ya ha nacido mí hermanita, ya podemos jugar con las princesas a pesemo-.
  Ahí estaba. Quizá ya lo había visto anteriormente, pero era mísera la información física que las princesas le aportaron. 

  

      es tratar de reproducir lo

            irreproducible.

Escribir es tratar de entender,

    La pequeña            princesita.

  Cuentan los que lo vieron y recuerdan...

  Que un 6 de julio de 1986, nació en el palacio de Los Ángeles, la pequeña princesita, Cristina.
  El nacimiento de la pequeña, conmovió no sólo a la Familia Real y siervos de palacio, sino que por su belleza y simpatía, destacó en todos los palacios y pueblos del mundo.
  Hija de los Reyes Fernando y Elena, y hermana de la primera heredera al trono, Trinidad Isabel, también princesa.
Y es que, según narran los escritos qué aún se conservan de la realeza, fueron entrambas las que más tarde gobernarían sobre la aldea Almeriense, de Vélez-Rubio; algo inverosímil, pero cierto.
  El origen de esta primicia, vino dado, por la inconcebible magia guardada en sus corazones, y la valía de dicha.
  Poco a poco, iremos dándole, su dialéctica a todo esto; mientras tanto transitaré la historia por orden cronológico.
  La pequeña Cristina, se educó y crió, durante sus primeros años, en el palacio de los Ángeles. Donde recibía visitas diariamente de amigos y conocidos, facilitándole así, su vida en la nobleza, ya que por unos requisitos o por otros, carente vez, podía salir a pasear y con plena libertad. Llevaba una vida bastante afanada, pero dominaba el día a día sin exhaustos.
  Un día, paseando por los jardines de palacio, ambas princesas, quedaron exhaustas, al escuchar las palabras qué un churumbel de apenas 2 años voceó: -¡quiero jugar a pesemo con las princesas y con mi hermanita!-.

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   Bastó escuchar la palabra ''pesemo'', para afianzar, que era él.      No dudó en acercarse, presentarse e informar del pequeño trance al padre: -Buenas tardes amable caballero. Mi nombre es Chico y he sido enviado desde Palacio, por las princesitas, en busca de aquel niño, qué hará 2 o 3 meses, en los jardines reales, mencionó qué quería jugar a un extraño juego con ellas. Y a día de hoy, he dado con él. Se trata de su hijo y sería todo un honor para las pequeñas damas de palacio, recibir su grata presencia lo antes posible.

  Sin darle tiempo a contestar al padre, el pequeño añadió:            -Vamos a casa a por la hermanita. Ella fue la que me enseñó este juego-.
  El padre quedó sobrecogido. No entendía muy bien de que iba todo aquello, pero cedió y fueron a casa. Seguidamente, junto con el plebeyo, acudieron todos a la llamada de las doncellas.
  Una vez allí, fueron recibidos por las princesas; que felizmente, dijeron a los hermanitos que si querían ir a jugar al cuarto de los juguetes. Mientras tanto, los padres tomaban un aperitivo en la sala del té, qué estaba al lado. Nadie más que los cuatro pequeños, sabía lo que estaba pasando dentro de esa habitación, algo fuera de lo común. Era una mezcla entre magia y realidad, poco corriente. Una magia, qué siempre estuvo presente, pero qué creció y finalmente se materializó con la unión de los cuatro pequeños.
  Desde entonces, día tras día, princesas y hermanitos, se reunían para jugar y conversar, haciendo cada vez más enorme el cariño que por ambas partes sintieron desde el primer momento unos por otros, y por tanto esa deslumbrante magia.
  Iban pasando los días, los meses, los años… Hasta que un 5 de septiembre, los pequeños hermanitos debían trasladarse junto con sus padres a una aldea de la capital. Ambas partes quedaron enmudecidos y afligidos con la noticia. Pero ya estaba todo listo para la mudanza y debían marchar.
  Era una época, en la que los medios de comunicación eran exiguos, por lo que poco sabían los unos de los otros. Y no siempre que venían, conseguían contactar. Digamos qué durante alrededor de unos 8 años, por unas razones o por otras, pocas noticias supieron las princesitas de los hermanitos y viceversa; pero esa magia, siempre permaneció ahí.

  Un día, los pequeños supieron de ellas con una noticia, qué barrió todas las aldeas y reinos del mundo, y es que, al Rey Fernando, que era un noble y fiel caballero, reconocido en todo el mundo por sus grandes actos de bondad y solidaridad, quisieron ascenderlo los de puestos más altos de la Realeza, y darle un importante cargo en el Reino mayor de todos, el Reino de los Cielos. Él aceptó, con la condición de poder ver diariamente, a través de una gran estrella; la estrella Mayoral; a lo que el mas quería, sus pequeñas princesas, Cristina y Trinidad, y su mujer, la Reina Elena. Era una persona tan sumamente especial para todos, qué su presencia podía ser sentida admirablemente en el corazón de todo ser, sobrepasando cualquier distancia y cualquier mundo. Con esto la familia del Rey, quiso cambiar de aires, por lo que se trasladaron a un palacio más tranquilo a las afueras de la aldea, el Palacio del Blas Infante. Reina y princesas, junto con sus siervos, se acomodaron en el nuevo hogar, gozando de aires más limpios y completa tranquilidad.

Las princesas iban creciendo, y la menor de ellas, solía interrumpir constantemente el protocolo. Era inevitable para ella evidenciar el gran afán que tenía siempre de ayudar a los demás, de colaborar en todo lo que pudiese para obtener el bien mayoritario, posible. Más de una vez, le llamaron la atención. Pero ella supo excusarse ilustradamente, explicando las razones de por qué su forma de actuar no era como en el estatuto Real exigía: -Se, que si cada uno hiciese lo que por gusto quisiera, no todo irían tan bien como parece ir. Pero, es obvio, qué no es un acto infame, el ayudar a los demás. Llevo al día mis tareas y deberes, tanto Reales como escolares; y con los años, he ido conociéndome a mí y a mí persona; todos tenemos cosas qué nos gustan hacer en nuestro tiempo libre, y he añadido como antecedente a mis pasatiempos, como lo son ir a la sierra, pasear con mis amigos y amigas, el hecho de ayudar a los demás. No vean mal, el saltarse una regla como tal, porqué no tiene sentido. Como representantes, buscamos lo mejor para los demás.
Y así fue, como con esas palabras llenas de subjetividad, pudo seguir con aquel ideal qué tenía para el mundo, sin tener que recibir ninguna amonestación.
Una mañana de verano, las princesas decidieron salir a pasear e ir a su antiguo palacio. En la puerta, encontraron una carta en la qué simplemente decía: Ya estamos aquí. Dispuestos a jugar entre magia con vosotras.

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  Los pequeños habían vuelto. Pasearon durante horas y horas por la aldea en su busca, hasta qué por fin consiguieron contactar con ellos. Ya había pasado mucho tiempo, las princesas tenían ya 20 y 21 años respectivamente, y aunque les dio alegría verlos y el cariño mostrado era incluso más grande qué el del primer día, ya no era como antes, la magia seguía ahí, pero era invisible a la vista de las doncellas, ya qué con los años, habían dejado de creer en ella, o simplemente dejado de recordar, por alguna qué otra contrariedad.

Una noche, la estrella más grande y brillante del firmamento, les susurró: - Nada ha cambiado. Estoy tan presente cómo el primer día. Nunca dejéis de creer-.
  Tal como lo sintieron, reapareció la magia en sus vidas.
  Con este echo, fue por lo qué Cristina decidió emprender un largo viaje, en el qué pasaría por los lugares que mas cegados te dejan tras su visión; para ella, sus lugares mágicos. Y es que hay mil formas de destacar un lugar. Primordialmente, es lo material de conocidos lugares por su alto interés turístico qué hacía serlo conocido en todo el mundo, lo qué salta a la vista de toda persona. Pero en ella era diferente, podía ser precioso aquel lugar y no gustarle lo más mínimo. Y aún así, podía ser un país tercermundista; escaso de cultura, de color, poco conocido…; escondido entre la nada, el lugar que más le llamase la atención. Los lugares más mágicos para ella, eran esos.
  Se despidió de su benévola familia, queridos amigos; entre los qué se encontraban los pequeños hermanos; y de sus cordiales siervos.
  Desconectó del mundo exterior, quiso hacer mas deleite así su viaje. Pasaron los meses y nadie conocido supo de ella. Pero la estrella, seguía brillando cada noche. Así era por lo que Trinidad, sabía qué su hermana pequeña, estaba bien y siempre resguardada.
  Cristina, no veía la hora de volver. Pero hacía ya 6 meses qué no pasaba por Palacio. Asique en un abrir y cerrar de ojos se vio de nuevo en su pequeña aldea. Pero esta vez venía acompañada, de un apuesto caballero, llamado Alberto. Un noble hidalgo qué conoció en un pequeño pueblo malgache poco habitado.

Posiblemente, el lugar más mágico para ella. Y más aún, después de su estancia en aquel lugar, donde conoció, al amor de su vida, con el qué mas tarde contraería matrimonio.

 

  Alberto, fue una gran sorpresa para todos. Todos estaban muy contentos con él. Su destino estaba escrito, y quiso unirlos en la Isla Africana, lo qué hizo mas mágico aquel lugar.
  Pasaron un par de años y algunos meses más, durante los que se fueron conociendo poco a poco. Hasta qué llego la gran noticia, ¡Alberto y Cristina, se iban a casar!. Esta noticia llenó de alegría y felicidad en todos los hogares de familiares, amigos y conocidos. Venía siendo obvio, ya qué su amor se notaba a km.
  El gran día, se iba acercando, todos los preparativos estaban prácticamente listos. Los últimos días antes de la boda fueron espeluznantes. La vida de todos se colmó de grandes nervios, qué apenas dejaban suspirar.
  Ya eran las 7 del día 9 de Julio de 2011. Se veía llegar ya el carruaje de caballos con la novia. Todos esperando en la plaza, haciendo compañía al novio.
Guau, impresionante… se oía decir, la novia iba espectacular, realmente radiante, preciosa. El novio no se quedaba atrás. Iban todos muy guapos.
  Ese día, junto al sol, se encontraba otra estrella, la estrella Mayoral, brillando más que nunca. Pero lo más asombroso no fue eso, si no que, aquella estrella, no era en ninguno de los aspectos como las otras. Mil veces mas grande y bonita qué el sol, y además, sabía hablar. Fue algo taaan mágico y asombroso, pero así fue. Muchos pensareis qué eso es imposible, pero la razón es esta; La condición que pidió el Rey Fernando, cuando fue ascendido al Reino de los Cielos, pareció insuficiente a los de los cargos más altos, y sabiendo qué ese día era de suma importancia y especial para él, quisieron hacerlo sentir más presente todavía. Sus palabras fueron éstas: -Hoy, es la pequeña de mís hijas, la que recibe matrimonio, por tanto la qué posteriormente, deberá llevar la corona. Pero no es eso lo que yo quise en el mundo. Quise y busque igualdad ante todo. Por eso pido, que ambas, sean princesas. Para mí, siempre lo serán-.
Se sabe qué se dieron el si quiero y fueron realmente felices. Pero no apta en los escritos, ya que el 2 tomo de esta historia, no ha sido encontrado.

-5-.

  Historia que escribí para Cristina, una persona a la que quiero mucho, para el día de su boda.

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       La magia

  de cada rincón.

    No entraba dentro de mis planes. El hecho de llegar a querer encontrarme a mi misma, era un aspecto, que de una manera directa a la realidad, nunca entró dentro de mis principios.

Fue aquella tarde de Otoño, sentada en aquel banco de Central Park, observando cada suceso que completaba momento a momento, todo cuanto pudiera acaecer frente a mis ojos, cuando empecé a analizar la vida en todos sus aspectos.
  Mientras curioseaba con mí pasado, entre mis recuerdos, fui testigo de la similitud que podían guardar entidades que a simple vista puedan parecer totalmente distintas. Basando esta última tesis, en aquella remota longevidad, cuando con saltos y alborozos, llegaba a simular el vuelo de una mariposa, prolongando aquel mí sueño, en la ficción, el de volar. Aquella época, en la que fantaseaba sobre cómo sería mí vida, acotándola, con un cúmulo de entidades de ensueño que colmaban mí raciocinio, alejándome quizá, demasiado de la realidad, en cuanto a su mundo, a su jovialidad.
  Distinguidamente, empecé a examinar cada rincón al que pudiera llegar, cada esencia que supiera apreciar...

  Fue, por el proyecto que se intercaló con mí rutina, el motivo por el que a día de hoy, mí hogar se halla en la citada desmesurada ciudad.

  Un proyecto acotado, por el anhelante deseo, de poder llevar acabo ambas carreras qué siempre acapararon toda mi atención, la de arquitectura y la de arte dramático, pero que sin embargo, a su cabeza, siempre destacó mí utopía de ser una gran nadadora; pero qué tras un despiste en un día de sierra esquiando, quedé alejada de dicho, profesionalmente.
  Vi de Nueva York, una ciudad, que me daría muchas salidas, en todas mis destacadas metas, y para la que sólo hizo falta un pequeño empujón para dejar atrás el lugar de mis orígenes y el lugar dónde estaba llevando a cabo, proyectos arquitectónicos junto con mis promovedores, grandes arquitectos que se interesaron por mí trabajo en mis inicios, en mí presentación con el edificio Crystal-Clear, de la capital de Grecia, Atenas, proyecto en el que trabaje durante varios meses en su croquis esquematizado hasta en sus mínimos detalles. Y así llegué hasta aquí.
  Con el paso del tiempo, con la vehemencia que colmó mí vida, decidí crear mí propio bufete, y así poder dedicar más tiempo a la cinematografía, que había tenido desatendida durante una prolongada temporada.
  Llevaba una vida bastante afanada, pero no era algo que me preocupase, porque todo lo que complementaba mí rutina, era de mí agrado, además de que podía disfrutar de maravillosas vacaciones con mucha constancia, lo que me permitía viajar, e indagar sobre el mundo, buscando los rincones más perdidos pero qué más cegados te dejan tras su visión, llegando a la conclusión de que una virtud, no es siempre apreciable, pero qué tal vez sea mejor así.

   Durante mi vida, he llegado a visitar varios países; prácticamente toda la zona costera de Grecia, adentrándome también hacia su interior, lugares de Australia tanto desérticos como urbanos, cálidas ciudades de la colorida Argentina, la verdosa capital de Tailandia, e indefinida cantidad de metrópolis más.

  Tan deleitada estaba con mí vida actual, que podía llegar a parecer, que me había olvidado de aquel pueblecito Almeriense en el que aguardan mis raíces, y que hacía dos años ya, que no visitaba.
  Creía recordar con exactitud, cada rincón que circunscribía mí más infancia Velezana, pero no, no era así; llegando a esta conclusión, compartiendo recuerdos con mí más querida amiga en su última visita, descubrí, que un lugar será siempre recordado en tu corazón pero no siempre en tu memoria. Por ese motivo, quise recopilar gran parte de esos recuerdos, extensionarlos hasta hacerlos inmensos; por lo que en un abrir y cerrar de ojos me vi de nuevo en mí tierra, junto con mis familiares, amigos y viejos conocidos.
  Era época veraniega, y en cuanto a su gente, ésta, excusaba a la perfección un motivo que reunía a prácticamente todos los miembros de una familia, a todos los amigos componentes de la cuadrilla de siempre, lo qué te hacía revivir el pasado con más analogía, pero que aún así no guardaba su completa similitud. Situándonos en un espacio determinado, Vélez Rubio.

  Durante mí estancia en España, aproveché para visitar algunas playas junto con un grupo de amigos, que de pequeña visitaba cada verano, además de ir algún día que otro a comer a la piscina del pueblo...

''¡(...)! Pero sí ahí antes había un árbol enorme, tan enorme que daba más sobra que todas estas sombrillas juntas''- dije confinada; por donde quisiera que un rayo de luz lograra atravesar sus ancianas ramas, podría ver reflejada una vida, un sin fin de maravillosos recuerdos, pero que con el tiempo, casi y sin notarlo, los sustituyes, sin tener en cuenta los especiales que fueron.
Fue, la oclusión de aquel árbol tan especial, al que tantas vueltas dimos todos esos días de verano, el que de cierto modo, fue testigo de nuestro crecimiento, el hecho que más me marco durante mis vacaciones en Vélez Rubio.
  Dándome cuenta, de que es así como trascurre el tiempo, sustituyendo momentos maravillosos, por momentos maravillosos, pero que seguramente, casi seguro, no guardan el mismo significado. Familiaridad, amistad... son algunas de las formas en las que se pueden repetir momentos iguales, pero diferentes, que puedan tener el mismo argumento, pero que jamás simbolizarán algo parecido.

Continuará...

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